Una sola razón y muchas formas de
celebrarla, la razón: el nacimiento de nuestro Salvador. Esto es la Navidad, la fiesta de las
familias, de los regalos, la fiesta de los niños, de los villancicos, de las
cenas y del compartir. Cada país, cada
región, cada población tiene su manera de celebrar este gran
acontecimiento. Sin duda es un momento
muy especial, porque en la mayoría de lugares se reúnen en familia para vivir y
recordar en torno al Belén uno de los acontecimientos centrales de la fe: el
nacimiento de Jesús, portador de una buena noticia, portador de la paz. Al mismo tiempo este acontecimiento ha sido
siempre un signo de contradicción, porque mientras se celebra el nacimiento del
Príncipe de la Paz, en algunos países sigue reinando la violencia, la muerte,
la guerra que está destruyendo comunidades enteras, esta guerra que viven por
ejemplo los países del Norte de África, o en el Oriente Medio, dice todo lo
contrario de lo que es la paz.
Países que han sufrido la
corrupción y la violación de los derechos humanos, se han convertido en ríos de
sangre, imágenes que a diario vemos de personas asesinadas en medio de las
multitudes que manifiestan, se ha vuelto algo cotidiano y muy natural. Parece que la vida cada día pierde su valor,
el respeto por el otro cada día es menos reconocido. El hombre se sigue dejando llevar por unos
ideales que corrompen su mente y su corazón, el poder, el dinero, el ser
reconocido ante los demás, lo ha llevado a estos lugares en los que se
encuentran muchas naciones. Hoy ya no se
piensa por el interés de una sociedad, sino por el propio interés, por el
propio bienestar.
En este tiempo de Navidad, de Paz, es cuando nace el promotor de la Paz y sigue esparciendo esta semilla de Amor, Él fue un verdadero signo de contradicción, fue el motivo de la división de
muchos pueblos, pero al final reinó la Verdad, esa Verdad que hace libre al ser
humano y la misma Verdad que es necesaria que siga gobernando en las mentes de
quienes dirigen nuestros pueblos para que se reconozca al ser humano como un
verdadero hijo de Dios.