jueves, 9 de febrero de 2012

MENSAJE DEL EPISCOPADO COLOMBIANO REUNIDO EN ASAMBLEA



Los Obispos de Colombia reunidos en Asamblea Plenaria del 6 al 10 de febrero de este año hemos considerado con “ojos y corazón” de pastores la realidad actual de la Iglesia y del país para pensar nuestro compromiso durante los tres próximos períodos de nuestra Conferencia Episcopal.   En ese marco queremos compartir algunas de nuestras reflexiones para animar la esperanza y el compromiso que nos corresponde a todos los ciudadanos en la construcción de un país justo y en paz.
  1. Vemos con esperanza las reformas e iniciativas legislativas que tienden a proteger los derechos humanos y en particular a garantizar la reparación a las víctimas y la restitución de tierras. Se ha abierto un proceso histórico de reconocimiento de las víctimas que es fundamental para la reconciliación y la paz. La puesta en marcha de las leyes que se han aprobado con esta finalidad representa un reto histórico para el país y requieren la solidaridad de toda la población y particularmente la decisión de las autoridades locales y regionales recién elegidas para poner fin a la cadena histórica de despojo. 
  1. Vemos con profunda preocupación los altísimos costos en vidas y la situación humanitaria intolerable que se deriva de  las incursiones terroristas de los grupos al margen de la ley que constituyen graves infracciones del Derecho Internacional Humanitario. Hacemos un llamado para que todos los alzados en armas cesen toda violencia, respeten las normas universales de protección de la persona humana y en especial de la población civil, liberen a todas las personas secuestradas y den muestras creíbles de querer iniciar procesos de negociación para poner fin al conflicto armado y aclimatar la paz en nuestro país. 
  1. La impunidad es una grave amenaza para la democracia y de hecho la ha minado en la medida en que se pierde la credibilidad en las instituciones y no se logra la adecuada protección a los derechos y libertades ciudadanas. Persiste en muchas regiones la percepción de relaciones entre las autoridades locales y la criminalidad organizada. Por otra parte se constata que la inequitativa distribución de los recursos genera una creciente  la desigualdad. Hacemos un llamado a todos los ciudadanos a denunciar todo tipo de corrupción, a velar para que los recursos destinados al bien común sean utilizados con plena transparencia y a propiciar la implantación de una sociedad cada vez más justa, igualitaria, equitativa, fraterna y solidaria. 
  1. El narcotráfico sigue siendo un verdadero “negocio de la muerte” en nuestra sociedad tan afectada por el microtráfico y por el consumo al que se inicia en forma cada vez más temprana. La respuesta a este grave problema exige una reflexión de fondo sobre sus distintas dimensiones y una política que responda adecuadamente a cada una de ellas, con programas integrales de prevención que muestren alternativas y que lleguen hasta las causas de la dependencia misma. Por otra parte, es necesario que se desmantelen los grandes carteles de la droga que provocan una proporción importante de la violencia que vive nuestro país y que han contribuido a acrecentar la inequidad existente y ha sumergido en la miseria material y moral a miles de colombianos. 
  1. Constatamos cómo está surgiendo una cultura del egoísmo y del hedonismo que pone en tela de juicio los valores fundamentales del respeto y la promoción de la vida, la centralidad de la familia y la búsqueda del bien común. Reafirmamos que el fundamento de nuestra sociedad es la familia en la que padre, madre e hijos asuman la tarea del desarrollo humano pleno de todos. La vida es sagrada e inviolable desde su inicio, en todas las etapas de la existencia humana, también cuando se encuentra gastada por la enfermedad y la vejez y hasta la muerte  y debe ser siempre protegida por el Estado y por la sociedad de manera decidida.

Desde esta Asamblea Plenaria queremos invitar a todo el pueblo colombiano, a las autoridades y a quienes tienen la responsabilidad de tomar decisiones a que encaminemos todos los esfuerzos  a derrotar definitivamente la injusticia, la exclusión, la marginación, para alcanzar un fortalecimiento de la democracia que construya instituciones transparentes, en la búsqueda permanente de la verdad y la reconciliación.
 
La fe en Jesucristo nos anima en estos momentos de la historia, en Él encontramos motivos de esperanza que “no defrauda porque el amor de Dios fue derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos dio” (Carta a los Romanos 5,5).

Oramos al Espíritu Santo para que nos dé el don de la paz y la reconciliación y una verdadera justicia.

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